¿Alguna vez te has sorprendido de cómo un niño puede transformar una caja de cartón en un castillo, un carro o incluso un cohete espacial? Esa capacidad de imaginar múltiples posibilidades a partir de un mismo objeto refleja el pensamiento divergente, un proceso mental esencial para la creatividad y la innovación.
En psicología educativa, este concepto se ha convertido en una herramienta clave para entender cómo las personas aprenden, resuelven problemas y construyen nuevas ideas. Lejos de ser un talento exclusivo de artistas o inventores, el pensamiento divergente es una habilidad que todos tenemos y que puede potenciarse con la práctica.
En este artículo entenderemos qué es, cuáles son sus objetivos, de dónde surge, en qué se diferencia del pensamiento convergente y qué beneficios trae a nuestra vida cotidiana y a los procesos educativos.
¿Qué es el pensamiento divergente?
Imagina que alguien te pregunta cuántos usos diferentes se le pueden dar a un clip. Mientras unos dirán “para sujetar hojas”, otros empezarán a decir: “un arete improvisado, una llave pequeña, un gancho para el cabello…”. Esa capacidad de generar múltiples respuestas y caminos posibles es lo que en psicología llamamos pensamiento divergente.
A diferencia del pensamiento convergente, que busca una única solución correcta, el divergente abre la puerta a lo novedoso, lo inesperado y lo original. Guilford, en su famosa conferencia de 1950, fue quien introdujo este concepto como la base del estudio científico de la creatividad .
Origen del concepto en psicología
Hasta mediados del siglo XX, la creatividad era vista casi como un “don de genios”. Sin embargo, Guilford planteó que no era exclusivo de unos pocos, sino una capacidad humana que podía estudiarse y estimularse. Su modelo de la Estructura del Intelecto señaló que la creatividad incluía procesos específicos como la fluidez (cantidad de ideas), la flexibilidad (cambiar de enfoque), la originalidad (respuestas únicas) y la elaboración (dar detalles y enriquecer las ideas) .
Desde entonces, el pensamiento divergente se convirtió en una herramienta clave para investigar cómo las personas aprenden, resuelven problemas y producen conocimiento nuevo.
Objetivos del pensamiento divergente
El pensamiento divergente no se limita a “pensar diferente”, sino que persigue varios objetivos:
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Explorar múltiples caminos para resolver un problema.
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Fomentar la creatividad en contextos educativos y profesionales.
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Promover la innovación, al permitir soluciones fuera de lo habitual.
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Desarrollar habilidades cognitivas como la flexibilidad y la elaboración de ideas.
En el ámbito escolar, por ejemplo, se busca que los estudiantes no repitan solo la respuesta aprendida, sino que puedan proponer alternativas propias. Investigaciones recientes en estudiantes entre 7 y 12 años muestran que variables como la originalidad y la fluidez se desarrollan de manera desigual, lo que abre el reto de estimularlas desde temprana edad .
Diferencia entre pensamiento divergente y convergente
El pensamiento convergente es como resolver un crucigrama: hay una respuesta correcta y el objetivo es llegar a ella. El divergente, en cambio, se parece más a escribir un cuento a partir de una palabra: no hay una sola respuesta válida, sino múltiples caminos posibles.
Ambos procesos son necesarios. El convergente ayuda a cerrar, decidir y evaluar. El divergente abre posibilidades, amplía horizontes y fomenta la creatividad . En psicología y educación se considera que el equilibrio entre ambos potencia el aprendizaje y la innovación.
Los beneficios del pensamiento divergente
Desarrollar el pensamiento divergente tiene beneficios tanto en la vida académica como en lo personal:
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Estimula la creatividad → Ayuda a ver más allá de lo evidente y a proponer soluciones originales.
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Favorece la resiliencia → Al pensar en alternativas, las personas enfrentan mejor los problemas.
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Enriquece el aprendizaje → Los estudiantes que lo desarrollan muestran mayor motivación y disfrute en las tareas escolares .
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Prepara para un mundo cambiante → La capacidad de adaptarse y generar nuevas ideas es esencial en la sociedad actual.
Un ejemplo sencillo: cuando un grupo de niños inventa diferentes finales para una misma historia, no solo ejercitan su creatividad, sino que también aprenden a respetar la diversidad de perspectivas.
¿Cómo desarrollar el pensamiento divergente?
Como lo hemos mencionado, a veces pensamos que el pensamiento divergente es un “don” reservado para personas muy creativas, pero la realidad es que se trata de una habilidad que puede entrenarse. Guilford planteaba que la creatividad es parte de las capacidades cognitivas humanas, y algunos estudios muestran que se estimula con práctica y contextos adecuados .
Algunas estrategias sencillas para cultivarlo son:
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Haz preguntas diferentes → En lugar de preguntar “¿qué es esto?”, prueba con “¿para qué más podría servir esto?”. Este simple cambio abre caminos a nuevas ideas.
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Juega con lo cotidiano → Dale nuevos usos a objetos comunes (por ejemplo, imaginar 10 formas distintas de usar una cuchara). Estos ejercicios fortalecen la fluidez y la originalidad.
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Sal de tu rutina → Cambiar de entorno, aprender un hobby nuevo o interactuar con personas de diferentes áreas expande la flexibilidad de pensamiento.
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Usa técnicas creativas → El brainstorming, los mapas mentales o el “pensamiento lateral” de De Bono son herramientas probadas para abrir posibilidades.
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Practica el “sí, y…” → En lugar de frenar una idea con un “no”, continúa con un “sí, y además…”. Esta técnica, usada en improvisación teatral, fomenta la construcción de alternativas en equipo.
Lo importante es recordar que el pensamiento divergente no es cuestión de talento fijo, sino de entrenamiento. Como cualquier habilidad, mejora con la práctica constante. Explora más allá de lo que parece obvio.
El pensamiento divergente no es solo para artistas o inventores, sino una forma de pensar que todos podemos cultivar. En el aula, en el trabajo o en la vida cotidiana, atrevernos a imaginar más de una respuesta nos ayuda a comprender el mundo de manera más amplia.
Si el pensamiento convergente nos enseña a cerrar caminos, el divergente nos invita a abrirlos. Y en esa apertura se encuentra la posibilidad de aprender, crear y transformar.
Referencias
- Ferrándiz, C., Ferrando, M., Soto, G., Sáinz, M., & Prieto, M.-D. (2017). Pensamiento divergente y sus dimensiones: ¿De qué hablamos y qué evaluamos? Anales de Psicología, 33(1), 40–47. https://doi.org/10.6018/analesps.32.3.224371
- Hurtado, M., Lemus, M., & Ospina, J. (2022). Niveles del pensamiento divergente que presentan estudiantes entre los 7 y los 12 años. Fundación Universitaria Los Libertadores
- Romo Santos, M. (1987). Treinta y cinco años del pensamiento divergente: teoría de la creatividad de Guilford. Universidad Autónoma de Madrid





