En la vida cotidiana, todos hemos sentido en algún momento la necesidad de crecer, de avanzar hacia una versión más plena de quienes somos. No se trata solo de cumplir metas externas, como terminar una carrera, conseguir un trabajo estable o formar una familia. Más bien, hablamos de una fuerza interior que nos impulsa a buscar sentido, autenticidad y realización personal. A esa búsqueda la psicología la ha llamado autorrealización, un concepto que, aunque se hizo famoso gracias a Abraham Maslow, ha sido explorado desde diferentes miradas y sigue siendo un tema central para comprender el desarrollo humano.
¿Qué es la autorrealización?
La autorrealización puede entenderse como el proceso mediante el cual una persona despliega sus potencialidades más profundas, se alinea con sus valores y logra experimentar plenitud en la vida. Es la tendencia a ser “más uno mismo”, alcanzando un equilibrio entre lo que somos y lo que deseamos ser.
Autores como Pinillos han señalado que este movimiento no solo es psicológico, sino también existencial: implica reconocernos como sujetos capaces de trascender nuestras circunstancias y buscar metas que doten de sentido a nuestra experiencia vital. En otras palabras, no es simplemente un logro externo, sino una experiencia interna de coherencia y autenticidad.
Un ejemplo podría ser una persona que descubre en la enseñanza su verdadera vocación. Aunque pueda enfrentar dificultades económicas o laborales, encuentra en ese camino un sentido profundo que le otorga bienestar emocional y motivación constante.
La pirámide de Maslow y la autorrealización
La teoría más popular sobre este tema proviene de Abraham Maslow, quien en 1943 propuso su conocida jerarquía de necesidades. Según este modelo, las necesidades humanas se organizan en niveles: fisiológicas, seguridad, afiliación, estima y, finalmente, autorrealización. En la cima de la pirámide, la autorrealización representa el deseo de convertirse en aquello que podemos llegar a ser, de desplegar nuestro potencial más pleno.
Maslow describió este estado como la necesidad de crecimiento, creatividad y búsqueda de experiencias significativas. Sin embargo, investigaciones más recientes han señalado que la pirámide no debe interpretarse de manera rígida. Muchas personas persiguen metas de autorrealización incluso en contextos de carencia. Un ejemplo clásico es Vincent van Gogh, quien, a pesar de sus dificultades económicas, logró expresar un arte que trascendió generaciones y que hoy sigue inspirando al mundo.
Este matiz es importante porque nos recuerda que la búsqueda de sentido no siempre espera a que todas las condiciones externas estén cubiertas. En ocasiones, es justamente esa búsqueda la que nos da fuerzas para seguir adelante.
La autorrealización como identidad personal
Aunque Maslow fue clave para visibilizar este concepto, otros enfoques han enriquecido la discusión. Antonio Bernal-Guerrero (2002) plantea que la autorrealización también debe entenderse como un proceso de construcción de la identidad personal, en el que la autenticidad, la coherencia entre valores y acciones, y la consolidación del yo juegan un papel central.
Esto significa que autorrealizarse no es alcanzar un estado final de perfección, sino un proceso continuo en el que cada persona va dando forma a su identidad, tomando decisiones que reflejan quién es y quién quiere ser. En la práctica, puede observarse en alguien que decide cambiar de carrera porque, aunque tenía estabilidad, sentía que no estaba viviendo en sintonía con su verdadero propósito.
En esta visión, la autorrealización no es solo un peldaño en una pirámide, sino un camino personal que entrelaza autoconocimiento, autenticidad y capacidad de proyectar un sentido vital.
Claves para alcanzar la autorrealización en la vida cotidiana
Si bien el concepto puede sonar abstracto, la psicología humanista y los estudios contemporáneos ofrecen algunas claves prácticas para acercarnos a la autorrealización en la vida diaria:
- Escuchar las necesidades internas: más allá de lo que la sociedad espera, es importante identificar qué nos da satisfacción genuina. Esto puede lograrse mediante prácticas de reflexión como escribir un diario o la meditación.
- Buscar experiencias significativas: involucrarse en actividades que aporten propósito, desde el voluntariado hasta desarrollar una pasión artística.
- Aceptar la imperfección: la autorrealización no significa no equivocarse, sino aprender de los errores y abrazar el proceso de crecimiento.
- Cultivar la creatividad: expresarse a través del arte, la escritura, la música o incluso la innovación en el trabajo ayuda a expandir el potencial personal.
- Fomentar relaciones profundas: conectar con personas que nos apoyen y nos impulsen a ser auténticos también es un factor clave en este proceso.
Como ejemplos pueden ir desde decidir aprender un instrumento musical para conectar con la creatividad, hasta unirse a un grupo de senderismo para combinar salud física, naturaleza y sentido de pertenencia.
La autorrealización no es una meta lejana que se alcanza una sola vez en la vida, sino un proceso dinámico y continuo. No se trata de llegar a un punto perfecto, sino de caminar cada día hacia una versión más auténtica y plena de nosotros mismos.
Quizá lo más valioso de este concepto es que nos recuerda que crecer no significa acumular logros externos, sino vivir en coherencia con lo que somos y con lo que soñamos ser.
La invitación es a preguntarte: ¿qué pequeñas acciones de tu día a día te acercan a esa versión que quieres alcanzar?
Referencias
- Bernal-Guerrero, A. (2002). El concepto de autorrealización como identidad personal: Una revisión crítica. Revista Española de Pedagogía, 60(223), 25–44.
- Maslow, A. H. (1943). A theory of human motivation. Psychological Review, 50(4), 370–396.
- McLeod, S. (2025). Maslow’s hierarchy of needs. SimplyPsychology. https://www.simplypsychology.org/maslow.html
- Pinillos, J. L. (1983). La psicología y el hombre de hoy. Trillas.





